miércoles, 20 de octubre de 2010

Los 33: Un hito comunicacional de la humanidad


Por Mauricio Tolosa
El 13 de Octubre de 2010 asistimos a un hito de la comunicación humana. A través de la televisión, la radio, la prensa y las redes sociales, 1000 millones de personas siguieron el rescate de 33 mineros desde una mina en Copiapó. En la Historia, es la comunidad humana más grande que ha visto de forma simultánea un relato noticioso. Probablemente, es la noticia más comentada: por casi 24 horas, 3 de los “temas del momento” de Twitter, a nivel global, estaban relacionados con los mineros. Fue uno de los 5 tópicos más “visitados” en la breve pero abundante historia de Internet.

La ancestral masculinidad

¿Qué sucedió para que se desatara el fenómeno mediático? Para los propios periodistas y editores, en gran parte creadores del fenómeno, se transformó en una de sus preguntas favoritas. ¿Cuánto contribuyó por ejemplo la familia futbolera una de las más amplias y compactas del globo? Cómo se produjo el mágico encadenamiento de David Villa, goleador de la Copa del Mundo, a la invitación del Real Madrid, y a la de Joseph Blatter? Coincidencia que el “Guaje” provenga de una familia de mineros, y que uno de los mineros enterrados sea un ex futbolista profesional.

El interés de los “futboleros” es coherente con el sello masculino del fenómeno de los 33. En estos días de un mundo donde la igualdad de género va al alza, salvo en los países islámicos, sería difícil generar un hecho tan masivo donde casi todos los protagonistas, entre los cien más importantes, sean hombres. La historia sucedía en los campamentos mineros, -quizás el único espacio más masculino que el de los ejércitos-, los mineros, los rescatistas, los equipos de ingenieros y técnicos, las autoridades. Masculino, casi militar, el estilo, el lenguaje, los saludos y los rituales. Hasta el santo que dio el nombre a la operación, San Lorenzo. Un reencuentro con los relatos épicos más fundacionales, donde las mujeres son las amantes, las esposas que esperan, pero rara vez protagonistas.

La fraternidad inquebrantable

¿Por qué esa babel de periodistas de mundo abrió una ventana de conexión universal a un pequeño país de 15 millones que se esforzaba por rescatar a las víctimas de un accidente laboral? Son las corridas emocionales y “noticiosas” de la humanidad mediática, como las crisis financieras, las emergencias sanitarias, las torres gemelas, el tsunami de Tailandia. La mundialización mediática a través de los medios masivos y las redes sociales es hoy una oportunidad cotidiana, desde hoy, cada vez más posible.

La mediatización de los 33 mineros está lejos de las malas noticias. Quizás lo más cercano, como espíritu humano colectivo, sea la transmisión de la llegada del Hombre a la Luna, con la que existen numerosos paralelos. Es una historia con fuerte presencia de la tecnología e ingenieros, la ciencia y la maquinaria ayudando a los hombres a cumplir su misión; una misión que tiene pocas posibilidades de fallar, pero donde el menor error puede provocar la muerte de un grupo reducido de seres humanos que confió sus vidas a un puñado de expertos. Incluso la decisión y obsesión política empujando la tarea, tienen algún parecido. 

Al final, en el “día D” la humanidad se sienta a contemplar el resultado de la misión, con más esperanza que temor, sin tener nada más que hacer que disfrutar el espectáculo, una narración que no obliga a tomar posición o partido, sino a esperar el feliz desenlace. Es un gran bálsamo que, incluso más que la de la luna, une a todos los seres humanos, independiente de sus credos políticos, religiosos o culturales. Con los 33 mineros, la humanidad comulgó con una de sus emociones más bellas, la solidaridad o la fraternidad sin claudicación con los demás. Cueste lo que cueste, no se abandona a nadie, nadie se queda atrás. 



Imágenes sagradas de la frontera humana

Aunque parezca paradojal, otro factor que contribuyó al interés de la humanidad, fue la “mala” calidad de las imágenes que llegaban desde el fondo de la mina. Las primeras  escenas de los mineros, difusas, casi en blanco y negro, de movimientos entre cortados, los mostraban más como recuerdos nostálgicos de un mundo obrero del siglo S19 más que como protagonistas de nuestra modernidad. En una dimensión más espiritual, parecían espectros,  y de alguna manera lo eran mientras estuvieran atrapados en el fondo de la mina, en una especie de purgatorio de bordes difusos e imprecisos. La recuperación de la imagen “real” de los 33 mineros era un elemento consustancial a su renacimiento, a su reaparición en la superficie, en el mundo normal.

La belleza de la imágenes de la llegada de la capsula Fénix 2, el 13 de octubre, transmitidas desde el fondo de la tierra es otro elemento que atrajo a los mil millones de telespectadores. Conservando la imagen algo borrosa, el registro del movimiento sin la fluidez habitual, las imágenes eran de una composición casi religiosa, con una patina de colores que las inmortalizaba y diferenciaba de la impecabilidad de la alta definición a la que ya estamos acostumbrados. Hoy incluso los planetas, la luna y el fondo del mar han sido fotografiados y filmados con nitidez extraordinaria. Las sorprendentes imágenes difusas que llegaban del fondo de la mina nos mostraban una de las últimas fronteras de la humanidad, el fondo de la tierra.



El sorprendente fenómeno humano

La narración, las imágenes, la solidaridad, la espiritualidad y los arquetipos, en realidad nada explica totalmente como fue generándose este nuevo hito comunicacional de la humanidad. Pero es evidente que tanto el hecho del rescate como la intensidad de la conexión de mil millones de seres humanos rodean el hecho de un aura mágica. Quizás por eso tantas veces las palabras milagro, Dios o misterio que darían para una largo artículo sobre el reposicionamiento de la Iglesia cristiana a propósito de los 33. También las múltiples explicaciones desde la numerología en boca de políticos, gobernantes, ingenieros y comentaristas.

Los hechos comunicacionales, como todos los hechos que involucran seres humanos, tienen siempre esa cuota de imprevisibilidad, de sorpresa e incertidumbre, que escapan a planificaciones y explicaciones, y dejan siempre la puerta abierta a lo inesperado y fuera de control. Ese es  quizás el mayor de los atractivos de esta historia.
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