jueves, 24 de marzo de 2011

Aprendizajes inesperados


El miércoles asistí a la sesión de seguimiento de la Comunidad Entusiasmo para el Cambio de THOT, en dónde las primeras preguntas fueron ¿Qué había pasado desde el taller? ¿Qué aprendimos? Dentro de los aprendizajes y cambios generados a partir del taller fue revelador comprender que el miedo anula la intrepidez y que debe ser cambiado por "estar alerta" con todos los sentidos abiertos: estar presentes. En la sesión del miércoles la conversación reafirmó y abrió nuevos caminos de aprendizaje.

Una dificultad que podemos encontrar en este paso del miedo hacia el "estar alerta" es nuestro entorno, vivimos en un país en el que su constante es el miedo, tiene una historia llena de sufrimiento, dolor y experiencias que sólo puede formar a más personas desde la misma emoción.  Muchas veces caminamos por el mundo sin mirarnos, sin conocernos ni criticamos. Asumir el miedo es el primer paso a perderlo, el más difícil, las acciones siguientes son sólo cuesta arriba y liberadoras.

Perder el miedo,  no significa que estemos en una película de terror, ni que nuestras vidas sean tristes. El miedo mirado desde el temor a atreverse, convirtiendo el “pensar antes de actuar” a “pensar,  no actuar”, dejando de tomar decisiones por las excusas más increíbles y auto convincentes.

Comunicamos nuestras emociones consciente o inconscientemente a través de nuestras acciones y somos responsables de ello. Muchas veces, aunque tengamos buenas intenciones, podemos definir un espacio de interacciones desde nuestra propia emoción. Influimos sobre los demás y ellos influyen sobre nosotros. Cuando somos amables las otras personas también lo son, cuando no respetamos no nos respetan. Cuando hablamos o nos movemos desde el miedo lo expandimos y contagiamos.

Lo importante es sacar los temores, ver y asumir la felicidad, disfrutar cada uno de los momentos para que, si por algún motivo influenciamos en otras personas, sea para enriquecer e iluminar sus días, expandiendo y contagiando alegría.

jueves, 3 de marzo de 2011

Diagnóstico, el inicio de la solución



Por Mariluz Soto Hormazábal

El diagnóstico es esencial para buscar las soluciones, para definir las acciones necesarias. Es el inicio del camino a las soluciones.

Frente a un problema, la confianza es depositada en la experiencia de los profesionales.  En la medicina se relata al médico todos los síntomas y en conjunto con los exámenes pertinentes se espera que los años de práctica o su capacidad de análisis y asociaciones se vea reflejado en un diagnóstico acertado. En la comunicación, una organización, una comuna, región o un país también espera al exponer todos los factores e indicadores, que se realicen las acciones y búsquedas necesarias para obtener el primer acercamiento a la solución . En los dos casos, el centro son las personas.

Es posible imaginar un problema como una serie de síntomas e indicadores que van aumentando según el tiempo o hechos que transcurren, cada uno de estos es un nivel que indica la intensidad y profundidad. Como en la medicina, también en la comunicación mientras más avanzado esté el problema más grave se torna la situación, más complejo el análisis y las opciones de mejora.

El “paciente”, vuelca todo, cabeza, corazón y cuerpo en entregar la información, dar todas las pistas necesarias para contextualizar al experto en el problema o cadena de situaciones.  La responsabilidad está en captar y buscar toda la información y definir las acciones, a través de escucha y observación estratégica, análisis y asociaciones que permitan entender al “paciente” y sus interpretaciones de los determinados estímulos, y también, a la capacidad de comprender cada palabra, gesto y movimiento como acciones complementarias, generando una visión global y panorámica. Todos los fragmentos desordenados y separados del puzle son tomados y generan una gran pieza: el diagnostico.

A partir del diagnóstico, se genera  un tiempo y espacio de soluciones y acciones determinadas y coordinadas transformadas en un esqueleto invisible que configura a las personas y genera los escenarios óptimos para el camino de las soluciones y mejoras.

martes, 1 de febrero de 2011

Acciones, Coordinaciones y reconfiguración



Por Mariluz Soto Hormazabal

Caminar, comer, escribir, leer, reír, llorar son acciones determinadas que hacemos a diario sin tener la plena conciencia del movimiento de las piernas al caminar o de las manos y boca para comer o el imparable horizontalismo de los ojos al leer, tampoco tomamos consciencia de los músculos como modifican su forma al reír o al llorar. Esta acción es el “producto final” de la serie de transmisiones nerviosas que van desde el cerebro, que da la instrucción, hasta el musculo, que la recibe, esta coordinación, este sistema de mensajes que determinan la movilidad es lo que nos permite “estar normal”.
Recientemente aprendí sobre el poder del cerebro, conociendo enfermedades autogeneradas, consecuencia de una instrucción exagerada del sistema nervioso central, reaccionando quizás ante una potencial amenaza, se convierte en un peligro para el resto del organismo, los músculos sobrerreaccionan y crean un impacto tan potente que resiente su consistencia normal, provocando consecuencias mayores, que en algunos casos, demora meses la recuperación.
Las coordinaciones erradas, dañan el ritmo y el fluir de las acciones, seguir sólo una instrucción sin razonar es lo que nos distancia de las máquinas, las que mediante una programación configuran las coordinaciones y las consecuentes acciones. Cuando hay problemas, la solución es “reset” y volvemos a configurar nuestro sistema establecido artificialmente. En el caso del cuerpo humano, los impulsos nerviosos son movimientos y transacciones automáticas que van acumulando memoria y adaptaciones según los cambios percibidos, generan automáticamente nuevas configuraciones, no producto de un razonamiento orgánico ni molecular, sino que en base a la articulación de combinaciones coherentes.
Evidentemente en nuestros procesos naturales y biológicos, las experiencias e interacciones nos van dando esa configuración que compone nuestro estar y hacer. Las coordinaciones forman parte del desarrollo y crecimiento, por ejemplo, los bebés aprenden del  entorno próximo – la familia-  caminar está compuesto por imitaciones de movimientos, conductas e impulsos nerviosos que se coordinan. Aprender a hablar, son coordinaciones de lengua, mandíbula y crecimiento de la dentadura que permite la resonancia necesaria para que la unión de las frecuencias sonoras formen los sonidos que componen las palabras.
Todas estas coordinaciones normales son desarrolladas por lo que entrega el entorno, la interacción que se establece con él y la configuración de los genes en su conjunto es lo que genera la capacidad de procesar, adaptar y reconfigurar la información genética. Las acciones son la consecuencia de un proceso consciente e inconsciente de nuestro organismo.

Acciones, escencia del hacer

Las acciones son la esencia del hacer, cuando pasamos desde el pensar al actuar es cuando se concretan las ideas, es el momento en que se hace real y tangible la brillantez de los pensamientos y del proceso creativo. Es cuando la materia gris se transforma en tornasol.
El proceso creativo es una secuencia de pensamientos y acciones que van modificando y replanteado el hacer y pensar. Todo proceso necesita un tiempo de decantación y evaluación, tal como aprender a caminar, no es algo inmediato, aunque la intención existe si no hay un proceso de gateo o de caídas repetidas, es difícil conseguir la postura erguida y equilibrada para dar los pasos. Es requisito pasar por la consciencia de los movimientos, para que las coordinaciones se configuren y permitan la fluidez de los actos ya aprendidos.

Espacio de distinciones

Las distinciones de los sentidos, por ejemplo, nos va dejando una huella en la historia de nuestras vidas, al sentir un aroma por primera vez lo internalizamos dentro de nuestro catálogo de experiencias vividas. 
Posteriormente ya no nos impresionará, quizás evocará algún momento determinado pero ya no analizaremos aquel aroma que tenemos agregado en nuestro recuerdo. En lo que contribuirá es en distinguir entre un aroma y otro, porque está dentro de nuestra memoria percibida.
La impresionante perfección del cuerpo humano, como sistema de coordinaciones permite que las acciones sean coherentes, permiten movimiento y funcionamiento. Da los espacios para incorporar nuevas distinciones, es flexible y adaptable, es integrador y dispuesto a buscar nuevos caminos si ve obstruido el funcionamiento normal. 
Aun con todas las virtudes, el cuerpo humano requiere de la interacción y de la exposición, necesita crear lo anticuerpos para defenderse, sus procesos son potenciados y facilitados por la experiencia y la capacidad de almacenar episodios para formular las soluciones.
La inconsciencia de los movimientos es producto de la experiencia adquirida, tomar consciencia de los actos requiere concentración y capacidad de distinguir entre uno y otro. Al tener que modificar alguna acción o funcionamiento del cuerpo es cuando nos damos cuenta de la cantidad de acciones que se ejecutan instantáneamente para llevar a cabo un movimiento.
Así es como nos movemos en nuestro hacer diario, lo que hacemos o con quienes interactuamos van modelando nuestra manera de ser, de vivir y de actuar. El proceso de creación casi no es percibido por etapas individuales, es un conjunto de pensamientos y de acciones que han determinado nuestros procesos, en este caso mentales. La manera en que conversamos con otros  es parte de lo que define nuestra identidad dentro de una comunidad. La manera en que nos vestimos, es el resultado del conjunto de interacciones con otros, la configuración de nuestras familias, de nuestra sociedad, cultura o religión.
Somos un cuerpo que interactúa por dentro y por fuera en un sistema de coordinaciones que deben combinarse coherentemente, en el interior no tenemos plena consciencia y dominio de los procesos, en el exterior somos quienes decidimos y definimos nuestro hacer.

lunes, 31 de enero de 2011

Empatía


Ponerse en los zapatos de otro. 
Empatizar, adivinar, imaginar, recrear 
la experiencia de otra persona 
para comprenderla y comunicarnos mejor. 
Habilidad determinante 
para configurar una situación comunicacional.
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