miércoles, 20 de enero de 2010

Reporte Comunidades en Movimiento



Por Paz Fierro
(Laboratorio Comunidades en Movimiento)

El ritmo ajetreado de vida y la pérdida de sensibilidad es una de las constantes realidades que hoy no nos permiten generar la introspección necesaria para nuestro crecimiento y desarrollo interior.

No contamos con tiempo para establecer una real conexión con nosotros mismos y a partir de eso establecer sintonía con las comunidades en las cuales nos desenvolvemos. Además de la falta de tiempo existe un desinterés evidente por el desarrollo integro como personas, la sociedad nos exige cumplir con ciertos estándares preestablecidos, sin embargo dentro de estos cánones no se le otorga ningún énfasis a nuestro crecimiento personal, por lo que hacemos a un lado nuestro esencia como ser integral para muchas veces convertirnos simplemente en alguno de los roles que cumplimos.

Considerando lo anterior es que vivir la experiencia del Taller “Comunidad e Identidad” nos abre una puerta para establecer la reflexión necesaria que nos permite realizar una pausa en nuestras vidas y así darnos el tiempo de mirarnos introspectivamente, conocer nuestra identidad y a partir de ella entender las relaciones que establecemos con nuestras comunidades.

Esta tregua es la que nos abre caminos hacia el autoanálisis y la siguiente reflexión: “¿Cómo es la identidad que hemos construido (consciente e inconscientemente)?”. Como lo aprendimos en el taller, el concepto identidad es un término con variados componentes que actúan como productos de la construcción consciente o inconsciente que hemos hecho. Considerando esto es que resulta absolutamente valido preguntarse ¿soy lo que quiero ser? o ¿construí lo que quería construir?.

Estas preguntas encuentran respuestas en la medida que estamos conscientes de nosotros mismos y somos capaces de hacernos un poco a un lado y mirar más “objetivamente” nuestra identidad. Somos responsables de nuestra identidad tanto de aquello que quisimos en algún minuto comunicarle a las comunidades con las cuales interactuamos, como de la identidad que estas comunidades, en conjunto y por separado, construyeron de nosotros. Esta afirmación implica que al asumir nuestra responsabilidad en la construcción de nuestra identidad asumimos también un rol absolutamente participativo y nos hacemos cargo de lo que hemos construido.

Desde está identidad, con múltiples elementos que la construyen, es que desarrollamos las relaciones que establecemos, por lo que formamos relaciones, vínculos y comunicaciones con nuestras comunidades basados en nuestra identidad.

Las relaciones con las comunidades a las cuales pertenecemos o con las cuales compartimos un espacio son quienes a su vez conjugan nuestra identidad con las de otros integrantes de las comunidades

Así tenemos una identidad absolutamente cambiante y que se desarrolla como un proceso, ya que está en constante reorganización. El tener consciencia de este concepto nos permite darnos cuenta que nuestra identidad la construimos constantemente, por lo que se nos ha entregado un gran poder: el poder de transformación.

La transformación en el sentido en que podemos transformar nuestra identidad y así también transformar y cambiar las relaciones con nuestras comunidades. El conocimiento de esta herramienta es una muy poderosa arma para generar aquellos cambios que deseamos.

Lo anterior me permite la siguiente reflexión: “si en las relaciones con mis comunidades tiene incidencia mi identidad, entonces ¿Quién es responsable de las relaciones negativas o positivas con de mis comunidad?. La respuesta es simple: la persona responsable soy yo. ” Dando por sabido lo ya señalado es que no me queda más que tomar consciencia de la importancia de una identidad coherente con lo deseo que sea esta identidad.

Si se llegase a construir esta identidad armónica y equilibrada debería generarse relaciones absolutamente positivas con mis comunidades y generar un círculo virtuoso en mi vida. Este fue el gran aprendizaje que desarrollé en el Taller “Comunidad e Identidad y lo aprendí a través de la reflexión posterior del desarrollo del taller.

Otro de los elementos de aprendizaje primordiales que entrega este taller es que nos da la posibilidad de trabajar en equipo, de experimentar esos obstáculos que se presentan cuando nos conjugamos con personas absolutamente distintas a nosotros y lo enriquecedor que puede ser esa experiencia. El trabajo en equipo es la máxima expresión de lo que nos ocurre en el transcurso de nuestras vidas cuando nos vamos formando y creciendo a partir de aquellas personas con las que la vida nos junta los caminos. En el taller aprendimos a partir de lo que somos y lo que son los demás a través de la enriquecedora experiencia de conocer y trabajar con personas distintas y desde mi punto de vista el objetivo de logro porque a pesar de lo heterogéneo de los distintos integrantes del taller logramos ser equipo.

A medida que fuimos desarrollando los ejercicios aprendimos lo que significa ser equipo, cuando se formaron los grupos al azar, éramos simplemente grupo, ya que en primera instancia no habíamos desarrollando el concepto de equipo no nos conocíamos y partimos trabajando para lograr un objetivo en común, pero sin ceder, sin embargo a medida que transcurrieron las horas formamos equipos entrelazamos experiencia y logramos el objetivo final: ser un verdadero equipo.


jueves, 14 de enero de 2010

Reconstruir una comunidad


Por Ricardo Higuera Mellado
(Laboratorio Comunidades en Movimiento)

Dos personas se encuentran en la calle. Se reconocen, se saludan, se abrazan, se sientan a conversar. Hablan de su vida, de los 15 años en los cuales no se habían visto, de las pichangas que jugaban en los recreos, de las tardes eternas luego del horario de clases, mientras recibían a otros compañeros y amigas en ese rincón de la estación del metro. Sonríen. Aceptan que en esos años estuvieron cerca, que establecieron un espacio de encuentro en donde compartían chistes, noticias, comentarios, en donde criticaban a sus profesores, miedos por las pruebas coeficiente dos, por el discurso que uno de ellos tuvo que dar cuando el profesor lo nombró presidente de su clase, por la ocasión en que les llamaron la atención por haber faltado a clases sin explicación aparente. Piensan en que en esos años fueron felices, que se vestían de forma similar, que les gustaba la misma música, que se reían de las mismas cosas, que tenían esperanzas de transformarse en profesionales exitosos.
Pero el “éxito” fue la palabra que los distanció. Luego de dejar el colegio, los caminos de ambos comenzaron a separarse. Pasaron cinco años, casi seis, en universidades distintas. Frecuentaron otras personas, descubrieron otros grupos, adquirieron conocimientos nuevos, diferentes, de los cuales ya no había tardes enteras para comentar. Al contrario. El tiempo se fue haciendo escaso. Pocas llamadas telefónicas –a pesar de la irrupción de los celulares-, el correo electrónico que recién formó parte del quehacer de ambos hace siete u ocho años. Uno comenzó a preocuparse de ganar más dinero, de alcanzar mejores posiciones en la empresa en la que trabaja, por tener el auto de moda y la ropa importada. El otro, prefirió trabajar por los niños abandonados, luchar por conseguir un techo y una educación digna para ellos, por borrar de sus caras los rastros de la infelicidad que les provocó vivir sin un padre, sin una madre.
En esa conversación quisieron encontrar las claves que explicaran el motivo de su alejamiento. ¿Cómo, si eran tan amigos? ¡Los mejores amigos del colegio! Sin darse cuenta, dejaron de visitarse, dejaron de estar, dejaron de compartir, dejaron de ser comunidad.
Para muchos el significado de la palabra comunidad puede estar circunscrito a una sensación de “bienestar”. Estar “en comunidad” es estar en un ambiente de tranquilidad, donde no hay deudas –idealmente de ningún tipo-, donde existe respeto, tolerancia, donde hay espacios para expresarse con libertad, sin el temor a ser mirado de una determinada manera, donde uno puede hablar, donde escuchas y te escuchan.
Y sí. De cierta manera ese concepto se ajusta a lo que entiendo por comunidad. Pero hay otros factores que lo fortalecen y lo convierten en un elemento central a la hora de comprender la potencia de la comunicación.
Comunidad se traduce en un espacio común, en donde bastan dos personas –como estos dos amigos de adolescencia- para generar un mundo particular, común, como lo dice su nombre. En ese espacio surgen códigos, lenguajes, intereses similares, objetivos, planes, estrategias, anhelos que se quieren alcanzar, que se quieren cumplir. En ese espacio surge la identidad como uno de los elementos centrales de su constitución.
Para lograrlo, se apela a la voluntad y el interés para establecer mecanismos que permitan remar en esa dirección, agrupando todas las fuerzas involucradas, para que el trabajo sea menos costoso y, a su vez, pueda satisfacer a más personas, a todos los integrantes de esa comunidad. En ella, sus miembros se reconocen, distinguen elementos que los constituyen como tal y construyen sobre una base común que les permite proyectar sus intenciones.
En un mundo globalizado como en el que vivimos actualmente, las comunidades se han multiplicado exponencialmente, cada una con distintas identidades. La masificación de la tecnología ha permitido que ciudadanos de todo el mundo tengan un mayor acceso a la información y, de esa forma, sean capaces de reconocer a integrantes de comunidades a las que pertenecen en sitios distantes del planeta, aquellas que quisieran integrar y, ciertamente, aquellas a las que no ingresarían por ninguna razón.
Esta oleada de comunidades de distinto tamaño, se mueven sin conocer el peso real que significa constituirse como tal. Luego de establecer –tácita o expresamente- sus objetivos, muchas comienzan a divagar sin mucha dirección, desdibujando la identidad que los define, estableciendo una fecha de vencimiento inamovible. Es importante tener una actitud de apertura, de revisión constante, de inclusividad, de autocrítica y también de proposición, para que la comunidad no se transforme en un ente inerte, sino que cobre vida, asuma ese potencial y se transforme en un real agente de cambio.
Es importante que las comunidades estén con sus sistemas de atención y alerta encendidos. Y no solamente por un tema de protegerse de los enemigos, sino porque en un mundo dinámico como en el que nos desenvolvemos, existen otras comunidades –no podría llegar a cuantificar las que se han formado mientras escribo estas líneas- que pueden mostrar afinidad en determinados planteamientos, o pueden contribuir a que el trabajo de la comunidad original pueda ser realizado de una forma más llevadera.
Es importante saber distinguir a aquellas comunidades que pueden ayudarnos a cumplir esos objetivos, como también a las que pueden entorpecer mi desarrollo y crecimiento. Y desde esa perspectiva, el rol activo de todos los integrantes de una determinada comunidad, juega un rol preponderante.
La potencia de las comunidades se traduce en actos concretos cuando sus integrantes deciden hacerlo así. La fuerza de las comunidades puede transformar no sólo espacios físicos, sino que aquellos construidos en el inconsciente colectivo. Pueden ayudar a transformar sociedades, a erradicar aquellos males que afectan el desarrollo de sus individuos, pueden transformarse en actores que construyen un mejor mundo donde vivir.
Andrés y Ernesto, los amigos del colegio, conversaron cerca de dos horas. Se olvidaron del resto del mundo por esos instantes, lograron reconstruir una comunidad que parecía olvidada, perdida. En esos casi 120 minutos se observaron, se reconocieron, se sorprendieron, aprendieron un poco más del otro, se maravillaron con las noticias que cada uno tenía para contar, se esperanzaron con la posibilidad de recuperar esa amistad de antaño. Quedaron de acuerdo en juntarse una vez más, esta vez para discutir un proyecto que quizás podrían levantar en un futuro cercano. El éxito de esa iniciativa dependerá de cuán involucrados estén en construir una comunidad que cumpla con esos deseos.

sábado, 2 de enero de 2010

Por qué THOT


En el antiguo Egipto, Thot, el dios babuino, entregó a los pueblos las palabras y la escritura, las artes y las ciencias. Fue el patrono de inventores, magos, artistas y escribas. Como dios del conocimiento y la comunicación tenía supremacía sobre todos los otros dioses.

Más tarde los griegos lo adoptarían entre sus dioses y lo llamarían Hermes. Posteriormente, los romanos lo rebautizarían como Mercurio.

Desde los primeros tiempos de la humanidad, la comunicación se ha fundido con la magia del conocimiento y la transformación del mundo y de la configuración de las comunidades humanas. Varios milenios han pasado desde aquello primeros grupos del Nilo hasta nuestra enmarañada civilización global.

Los desafíos de la comunicación son cada día más complejos e implican un mayor número de distinciones y habilidades: El conocimiento y la práctica de ella son factores determinantes en nuestro desarrollo como personas y como comunidades: de la familia a la nación, del ciudadano al CEO, de la profesión a la religión.

Por eso THOT® como nombre para este sistema de aprendizaje de la comunicación. Como una deferencia afectuosa a esos primeros humanos que distinguieron el papel fundador de la comunicación en sus vidas, y la representaron en el dios Thot.
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