martes, 2 de febrero de 2010

Comunidad e identidad

Por Francisca Aguilar
(Laboratorio Comunidades en Movimiento)

Distinguir la comunidad 

Todos nos encontramos en el mundo, la gran comunidad. De manera natural compartimos este espacio amplio y diverso en geografía, personas, culturas, situaciones, oportunidades y la capacidad de darnos cuenta que sí somos parte de él, no por un tema de elección sino desde un hecho concreto: vivimos en el planeta.
En el mundo nos vamos ligando entre nosotros a través de determinadas circunstancias que nos definen como seres en constante relación, conversación, miradas o a través de un saludo, de transacciones económicas, tecnológicas, transformándose en ejercicios cotidiano que nos permiten compartir un largo o breve espacio de intercambio, o mejor dicho, de comunicación. 
Así vamos creando una red de hebras que se cruzan creando “hitos de comunicación”. Cada cruce puede dar paso a otro o a más hitos hasta tejer una red que seguirá en progreso.  Estamos dentro de ella, no por un asunto de opción u obligación, más bien ella al igual que el aire está presente. Cómo verla si desde dicha metáfora podríamos decir que es transparente. La podemos ver observando lo que hacemos y cómo desde un “natural fluir” nos vamos vinculando más o menos profundo desde los espacios físicos que deseamos o que nos toca compartir, al ser chilenos o pakistaníes, al ser niños o estar en distintos lugares del mundo viendo el mismo programa de televisión.
El “hito de comunicación” goza de sutileza y consolidación, puede ser breve como una sonrisa o decidor como un acuerdo entre dos personas o a través de un discurso presidencial escuchado por un país de millones de habitantes. Ciertamente nos conectamos en diversos niveles de confianza, de conocimientos, de afectos, de intereses, de acciones, y esa capacidad de vinculación presente o ignorada es lo que nos revela el cómo vamos construyendo, participando, fortaleciendo y creando comunidad.

La comunidad está presente 

Nuestra imagen de comunidad más cercana proviene de acciones que implican un alto número de participantes o de grandes motivaciones que reúnen personas en manifestaciones, etnias, religiones, etc. Evidentemente el concepto de comunidad es más amplio y considera la comunión que logramos con el entorno, con las personas; no es ajena a nuestra vida, ni depende de grandes acciones realizadas por grupos de personas, es más, habitamos más comunidades de lo que logramos identificar como tal.
Distinguirnos en una comunidad, es vernos en la acción de compartir, de comunicarnos, de vincularnos por los motivos o circunstancias que sean. Dos personas que conversan, que intercambian ideas, afectos, puntos de vista e intereses o que los acuerdan, están creando un proyecto común y como observadores podremos decir: sí, allí se está gestando una comunidad, mientras al compartir lo que observamos con otros, también comenzaremos a generar nuestra propia comunidad.
Así, sin identificarlas, vamos habitando distintas comunidades durante el día, es una práctica que surge de los múltiples espacios, intereses y acciones que ofrece el cotidiano, permitiendo muchas veces vincularnos de manera conciente, voluntaria o como resultado del vivir.Podemos ser parte de una comunidad al despertarnos por la mañana junto a la familia, cuando viajamos en el metro, al protestar en el Congreso y también, al apagar las luces por un minuto en favor del planeta. Es decir, nuestra capacidad de movernos, de querer ser parte de algo que nos identifique, de comunicarnos o de vivir, nos lleva a integrar variadas comunidades sin, muchas veces, saber que las habitamos. 
El mover humano es constante, al imaginar, pensar uno, dos y cientos de pensamientos a la vez, al tomar una conducta específica o realizar acciones, estamos movilizando el espacio, el mundo. Un ejemplo concreto de ello es nuestro ejercicio respiratorio que interviene nuestro entorno, liberando dióxido de carbono constantemente a cambio de oxígeno. El dinamismo que ofrece el “vivir” implica la vinculación, el contacto, la comunicación que permite crear comunidad.

Creación e identidad

Sabiendo que somos creadores de comunidades, sería bueno reflexionar el cómo crearlas en función de objetivos claros y que redunden en un bienestar. Si revisamos procesos de cambios históricos como el vivido en Chile a fines de los noventa al retorna a la democracia después de 17 años de dictadura, descubriremos que hubo un objetivo claro que muchos personas estuvieron dispuestas a trabajar para lograrlo. 
Es importante saber que lo que nos lleva a crear comunidad es producto de los intereses, las esperanzas y los deseos profundos de las personas que la integrarán. Reconociendo aquello, será necesario definir eso que “pondremos en común” para que desde un estado de dispersión presente se pase a un “estado de comunión” presente. Este cambio se logra al crear instancias de interés común que los lleve a vivir la experiencia y les muestre qué sucede si toman acuerdos: revelarles la potencia humana. 
La sintonía llegará desde esa comunión deseada o voluntaria que le permite a la comunidad decir quién es, para dónde va, qué quiere lograr, con quiénes y para qué. La claridad que ella posea al ser comunidad, le permitirá definirse y ser definida de una misma manera, quien la vea verá lo que ella también ve de si misma y lo que desea proyectar.
La identidad se revela desde esa situación vivencial de la comunidad, es como imaginar un movimiento armonioso y construido para manifestarse de dicha forma. La identidad por ende será una conversación mantenida desde distintos ángulos en los mismos tonos y contenidos, es sin duda, una comunión en movimiento con la posibilidad de transformarse en la medida que la comunidad lo necesite para lograr lo que se propuso y le dio sentido en este presente.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...